martes, 3 de enero de 2017

En cuatro palabras



—Sí, chicas, por fin he conseguido encargarme solo de los  casos de divorcio. ¡Ingenua de mí! —dice la abogada levantando la taza de té.

—¿Qué ha pasado? —pregunta una de las amigas recolocándose las gafas.

—¡En menudo berenjenal ando metida!

—¡No nos tengas en ascuas, señora letrada! ¡Cuenta, cuenta! —dice una pelirroja sentada a la misma mesa.

—¿Aquí, en un bar? ¿Con toda esta gente oyéndolo todo?

—¿Un bar? ¡Pero si os he traído a la mejor cafetería de la zona!

—Está bien. Cuatro palabras, ¡que no me gusta hablar de estas cosas en público! —La abogada mira a su alrededor y se acerca más a la mesa—. Veréis, normalmente, todo va de lo mismo: discusiones, peleas, separación y divorcio. La casa, los niños y el perro a ella, la manutención para él. A veces, las menos, él se queda a los niños. Lo más complicado: los casos violentos, pero sigues la praxis y ya está.

—¿Y qué? —pregunta la amiga de gafas.

—Ayer me pasaron un caso, la custodia de un niño. ¡Tendríais que oír a la abuela! El niño tiene tres.

—¿Tres qué?

—Tres abuelas.

 —¡Joder!

—Pero ese no es el problema, se pueden tener cuatro abuelas en los casos de adopción. Lo curioso es que el nene tiene dos madres legales y un padre en teoría,  en la práctica no, aunque este tampoco es el problema.

—¿No os apetece un chocolate caliente para entrar en materia? —pregunta la pelirroja.

—¿Te has vuelto loca? ¿Sabes las calorías que tiene eso? —dice la de gafas llevándose las manos a la cabeza.

—¡Mujer! ¡Si estás hecha un palillo! y la letrada no tiene de qué preocuparse ¡la toga le queda bien ancha!  A ver si me ve el tío del fondo. ¿Os habéis fijado, chicas?

—Sí, hija, sí, ¡está para mojar pan!—contesta la de gafas—Pero no te esfuerces demasiado, no tienes ninguna posibilidad.

—¡Debería de daros vergüenza con lo mayorcitas que estáis! —comenta la abogada.

—¿Desean las señoras?

—Tres chocolates calientes sin azúcar añadido.

—¡Tendrá valor! —dice la de gafas meneando la melena.

—Volviendo al caso, ¿el padre es padre por inseminación? —pregunta la de gafas.

—Exactamente.

—¡Los chocolates! y sobres de sacarina para no morir en el intento —dice el camarero guiñando el ojo a la pelirroja.

—¿Y qué pasa con las madres? ¡Te ha guiñado el ojo!, monada…

—Una de ellas, la donante del óvulo. La otra se encargó del
 embarazo.

—¡No me estoy enterando de nada!  ¿Estás segura de que me ha guiñado el ojo?—pregunta la pelirroja luciendo bigotes marrones.

—¡Cómo siempre la última en enterarte! La letrada lleva un caso de matrimonio entre lesbianas —contesta la de gafas indicando los bigotes de chocolate a la amiga.— Y ¡sí! te ha guiñado el ojo pero te repito que por muy pelirroja que seas no vas a comerte ni una rosca con el camarero.

—En el fondo es sencillo, dos mujeres se casan y quieren ser madres —aclara la abogada— Un amigo, que es gay, ofrece su semen sabiendo que  el pequeño tendrá dos progenitores legales  y él estará siempre en la sombra. En fin, un  plan lleno de amor y buenas intenciones.

—¿Y qué ha  sucedido?

—Qué ninguno ató bien los cabos. Separación y divorcio: dos madres, un donante y una abuela quieren al niño. Tengo a la abuela que ofrece lo que ella considera una familia normal y pide que encierren a esos locos egoístas. A un donante de semen que ahora ha decidido ser padre y está dispuesto a cualquier cosa para conseguirlo, ha propuesto a la gestante casarse con ella. Esta última que, teniendo todas las posibilidades de obtener la custodia, se va de la casa porque la compañera ha metido en el hogar a su amante. Y por último tengo a la donante del óvulo que acusa a la gestante de abandono del hogar y, además, la demanda por querer casarse con el donante de semen, alega que lo de su boda había sido todo un engaño.

—¡No puede ser verdad! —grita la pelirroja dando un golpe en la mesa— Estoy dándole vueltas al asunto y no me lo acabo de creer.
¿Tú crees  que ese empotrador que acaba de guiñarme el ojo, además de camarero, puede ser gay?

Todas se miran antes de echar una carcajada.